Querétaro, México
Este día necesariamente tengo que ir al
Centro Histórico de la ciudad.
Son las diez horas con treinta y
tantos minutos. Llego a los alrededores de la
Plaza de Armas. Dos cuadras antes, por los andadores, unas rejas portátiles
obstruyen el acceso a las calles que llegan a la plaza. Parece que aún no es
tan restringido el paso porque pude llegar hasta los portales que la circundan.
Camino bajo el portal de Dolores de la Casa de Ecala, pues las rejas no permiten ir más allá de los pilares
que sostienen el portal, cuando diviso a un conocido que busca una banca en la
ya cercada plaza. Él me indica por donde puedo entrar hasta donde se encuentra.
Dos pilares adelante de mí, una
grave voz varonil grita consignas:
¡Se ve, se siente, Zapata está presente!
Otras más inundan el relativo
silencio de una plaza prácticamente vacía.
¡Viva Zapata! ¡Zapata vive!
¡Gobierno, escucha al pueblo! ¡Queremos respuesta!
Al pasar junto a ellos veo que
visten playera rojas y negras serigrafiadas
con la agrupación social a la que pertenecen. No son más de cinco allí
reunidos, pero diviso a otros cinco o seis de sus compañeros dispersos en los
alrededores.
Llego a donde una chica y dos
tipos custodian el acceso, mejor dicho, controlan la entrada a la plaza ocupada
por unas cuantas personas encargadas de la logística y otras cuantas del equipo
técnico televisivo que intentará resaltar la tradicional comedia anual de cada
15 de septiembre por la noche, el grito.
Después de convencer a la chica y
a uno de los guardias para entrar, llego a donde se encuentra la persona que
momentos antes saludé. Los gritos y arengas de los manifestantes subieron de
volumen, pues otros sujetos se integraron a los primeros. El total de
individuos en este momento ya llegaba a la docena.
¡Se ve, se siente, el pueblo está presente!
Saludo a la persona en cuestión;
comentamos sobre la presencia de los técnicos encargados del equipo de video y
me retiré, escuchando las consignas contra el gobernador del estado por parte
de los reclamantes.
Caminé andador abajo donde otra
valla metálica obstruye el paso. Turistas y paseantes locales intentaban llegar
hasta la plaza pero la entrada está muy restringida. Los encargados de vigilar
preguntan ¿a qué va?, ¿con quién va?, ¿qué va a hacer?, ¿para qué quiere
pasar?, etcétera. Otro grupo de personas integrantes de la agrupación social
intentan penetrar para agregarse a sus compañeros, pero evidentemente la
intención de los guardias es impedir el paso de “revoltosos” que molesten a su
majestad, perdón, al gobernador en turno Jorge López Portillo Tostado.
Por fin logro salir. En este
espacio se puede ver mayor cantidad de viandantes hasta donde se encuentra una
valla más, entre el atrio del templo San Francisco y la tienda El Sol casi para
salir del andador 5 de Mayo a la Calle Corregidora, frente al Jardín Zenea.
Tres filtros son necesarios para controlar a la masa popular que más tarde se
congregará en la plaza tantas veces dicha.
Pegado a la valla se encuentra
una pequeña carpa tapizada de cartulina con las leyendas “No al aumento en el transporte público” “No estamos de acuerdo al alza
del transporte público” y otras similares. Un grupo más concurrido de
manifestantes conformado por mujeres, adolescentes e infantes reparten volantes
o agitan pequeños gallardetes triangulares, rojos, rotulados con el nombre de
su organización social. Otras personas sostienen gigantes banderas del mismo
tono.
Saliendo del área restringida,
todo es libertad. Atrás quedaron las vallas de barrotes de fierro que medían
mis pasos entre una y otra.
Los puestos de vendedores de artículos
con los colores patrios se ven por doquier. Ruidosas cornetitas, maracas y matracas de plástico; mascadas, rebozos, gorros,
diademas, vestidos para niñas, prendedores
para el pelo; pequeñas guitarras de juguete; sin faltar el enorme sombrero de
palma que estigmatizó la presencia de la chusma durante la revolución de 1910.
De esta forma, los colores verde, blanco y rojo resaltaban por sobre el
cotidiano colorido urbano.
Las calles que rodean por norte y
sur al jardín, este día están ocupadas por decenas de puestos de antojitos. 16
de Septiembre y Madero serán salpicadas durante todo este día por el chisporroteo
del aceite hirviendo cuando bolillos y tortillas bañadas en salsa roja caigan
sobre el comal para ser medio calentadas antes de entregarlas a los comensales
convertidos en guajolotes o enchiladas. A esta hora de la mañana el olor a
aceite quemado, a vinagre con el que se encurtieron manitas de puerco y
verduras que ya lucen en tamañas cazuelas esperando a la muchedumbre glotona y
también al gas que escapa de alguno de los tanques, se deja sentir en el
ambiente.
Más adelante, donde la calle
Madero se convierte en andador, en la primera sección, músicos callejeros
deleitan a los caminantes con obras populares adjudicadas a los tiempos de la Revolución
Mexicana. Cual multitud de aves canoras, los ejecutantes mezclan los sonidos de
sus instrumentos para oír con acordeón la marcha de Zacatecas aquí, unos pasos más adelante un joven ejecutando el
violín toca el son de La Negra en
tanto que a varios metros un anciano invidente con su vieja marimba los opaca
ejecutando La Adelita. En la puerta de
una negociación una bocina deja oír la voz de Antonio Aguilar que con mariachi
interpreta Caballo Prieto Azabache.
El paisaje cambia drásticamente
diez metros adelante, cruzando la calle Allende. En mesas improvisadas unas o
en stands previamente elaborados, varios artesanos urbanos colocan sus
mercancías elaboradas con piedras semipreciosas, piel, hilo, alambre o papel.
Jocosas risas brotan de sus labios en tanto acomodan pulseras, carteras,
collares. Jóvenes y hombres adultos que se quedaron en la época hippie conviven
en este espacio céntrico ofreciendo sus productos. Despeinados unos, con
colitas en el cabello largo en algunos varones y en otros no tanto; mujeres y
hombres prendas teñidas de forma casera. Faldas, pantalones y de manta y
playeras de algodón que fueron blancas de origen, adornan sicodélicamente el
paisaje.
Un peculiar olor se percibe en el
ambiente. Es el característico aroma que despide la mota cuando se quema.
Algunos artesanos tienen varas de incienso humeando. Quizá quieren sofocar el
intenso tufo de la mariguana.
La inmensa arquitectura barroca
representada por los edificios erigidos con cantera rosada es el fondo que
acoge a todas y cada una de las manifestaciones de los conglomerados conviviendo
al mismo tiempo. Unos preocupados en divertirse, otros preocupados de las
decisiones que afectan negativamente al grupo menos favorecido de la sociedad,
sobre todo en el bolsillo y por extensión en su calidad de vida. Otros preocupados
en el compromiso de satisfacer a quienes este día y hasta altas horas de la
noche expresen su patriotismo con el consabido grito ¡Viva México!
Pd. Disculpas a la agrupación por no mencionar el nombre, pero no recuerdo cuál es ya que descuidé anotarlo. Adelante con su lucha.
José Guadalupe Arvizu Olalde
PepeHuapango
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