jueves, 15 de septiembre de 2016

Marchar, marchar, marchar

Marchar, marchar, marchar
Coincidentemente, la llegada del siglo XXI trajo consigo una serie de transformaciones individuales, lo que evidentemente impacta desde ya en los aspectos sociales, políticos, económicos, científicos y tecnológicos. Pero donde se dan las mayores repercusiones, sin duda es en el aspecto social a partir de los cambios en actitudes y conductas de los individuos.
Ocurre que el ser humano está adoptando una serie de patrones, los cuales a mi entender surgen como consecuencia de la propia desvalorización humana y la influencia de los mass media (medios de comunicación masivos o de masas).
Tales instrumentos de comunicación son una importante herramienta para hacer llegar un mismo mensaje en un solo acto a cientos de millones de receptores, con lo cual se potencializan las posibilidades de la emulación y por ende las consecuencias sociales por el mensaje emitido se reflejan casi inmediatamente. De ahí que aunque se calcula la presencia del ser humano en la tierra desde hace al menos un millón de años, los avances científicos y tecnológicos se desarrollan a una velocidad impresionante, pues en tan sólo dos siglos y medio pasamos de la aparición de la máquina de vapor, creada por el británico James Watt a mediados del siglo XVIII, a los microchips utilizados en las áreas de la mecatrónica, la cibernética, la medicina y en casi todas las áreas científica y tecnológicas del actual recién nacido siglo XXI, contra los trescientos años transcurridos desde la aparición de la imprenta  de Johannes Gutemberg, el invento más importante en ese periodo. Lo vertiginoso de los acontecimientos parece que no es acorde a la asimilación humana de los mismos.
Si bien es cierto que muchos de esos avances han sido en gran medida benéficos a la humanidad, también la historia establece que desde la llamada Revolución Industrial el aumento de la densidad demográfica en ciudades diseñadas durante la Edad Media se reflejó en condiciones de insalubridad y la aparición de problemáticas sociales como prostitución, delincuencia y alcoholismo.
Empero comento sobre las problemáticas sociales presentes en nuestro país.
Los movimientos colectivos surgen a partir de las condiciones sociales, económicas y políticas por las que pasan determinados grupos, como parte de esos conglomerados: El movimiento de Independencia liderado en un inicio por los criollos por ejemplo, quienes veían lastimados sus intereses económicos y políticos, utilizó a las masas de campesinos que vivían en condiciones de esclavitud bajo el yugo de los peninsulares, los que después de trescientos años en la Nueva España, mantenían el saqueo para beneficio de los reyes de España… la revolución de 1910 por los obreros y campesinos quienes un siglo después seguían en las mismas condiciones virreinales y una mínima clase intelectual al padecer la dictadura porfirista… el movimiento estudiantil de 1968 que se defendía contra la represión gubernamental.
¿Y actualmente?
Pues ahora suceden movimientos de protesta por grupos que se consideran dañados en sus derechos humanos.
Las circunstancias se ven rebasadas por otras cadenas que se entrelazan al acontecer diario: teñirse el pelo; ponerse aretes o piercings; el maltrato psicológico y físico entre escolares o adolescentes precisamente como consecuencia de actitudes como las descritas al inicio del párrafo; la delincuencia; las tendencias sexuales (relaciones de pareja de mujer con mujer y varón con varón); la transexualidad, decisiones de gobernantes que empeoran la situación de diversos grupos de gobernados. En fin, toda una gama de actos individuales que se refleja en circunstancias sociales de manera trascendental a través de manifestaciones exigiendo el respeto a los sentires particulares de cada grupo.
 Las consecuencias inmediatas  ante tales exigencias se retratan en las marchas: Marcha por los derechos humanos; Marcha por la dignidad; Marcha porque se legalice el derecho a abortar; Marcha por la NO discriminación; Marcha por los derechos laborales; Marcha contra las Reformas, etcétera y más etcétera.
Ante la divergencia de ideas, algunas expresiones también ocasionan la aparición de las marchas que se contraponen.
Por ejemplo, contra la Marcha por el derecho a decidir (enfocada a pedir la legalización del aborto) está la Marcha por la vida.
Pero me llama la atención la Marcha por la familia, cuyos manifestantes se oponen a que se reconozcan derechos de la comunidad lésbico, gay, bisexual y transgénero por un lado: y por el otro, la autodenominada comunidad LGBT que tomó calles de varias ciudades como respuesta contra la primera con su Marcha por el orgullo.
El Frente Nacional por la Familia, asociación social que convoca a tal manifestación, se conforma por más de mil instituciones que defienden al núcleo básico de la sociedad. Particularmente se oponen a la iniciativa del presidente Enrique Peña Nieto por redefinir el concepto de familia a partir de las uniones entre personas del mismo  sexo, elevándolas al nivel de matrimonio, lo cual jurídicamente impactará en otros aspectos de tipo jurídico.
La CLGBT, dicen ellos que lo hacen como exigencia a la igualdad de derechos
Las convocatorias a expresarse a favor o en contra, confronta, incluso hasta niveles de odio, a miembros de una y otra parte. Unas y otros, otras y unos (estos son los desajustes de la llamada inclusión de género en el lenguaje) expresan su sentir con voces y ademanes ofensivos. De este modo, la brecha en el desacuerdo de ideas se abre mucho más en vez de encontrar un punto de tolerancia.
Lo preocupante es que desde varios días antes y en mayor medida  varios días después, el antagonismo se tornó virulento a través de las redes sociales por una y por otra parte. Llevándose a terrenos de tipo social, político y religioso y discusiones virtuales con lenguaje tan inapropiado que solo muestran la intolerancia y la por tanto, la posibilidad de llegar a un punto de equilibrio.
La implantación de leyes es obligada para regular la sana convivencia humana dentro de sus respectivos contextos sociales, aunque las legislaciones, como obra de un acto humano, no siempre son las más justas ni las más satisfactorias para algunos integrantes de la sociedad. Es aquí donde entra en acción la capacidad de discernimiento y la sensibilidad individuales para equilibrar las ideas.
Sin embargo, estoy convencido que las normas y reglas que se establecen no serían ni siquiera necesarias si todos y cada uno de los integrantes de la sociedad actuaran conforme a un principio: RESPETO. Este concepto combinado a otros principios y valores humanos como la responsabilidad forjan individuos de bien a su contexto social.
Lo peor que puede suceder en una sociedad es que permanezca estática, inmóvil ante los acontecimientos. Con todo, es conveniente que también cada ente individual mida las consecuencias de sus actos y asuma sus responsabilidades conforme a las circunstancias que de ellos se deriven.
En la obtención del bien común y contra las injusticias de quienes se sienten con derechos superiores y desprecian al resto de la sociedad, hay que manifestar el desacuerdo. Moverse buscando la dirección adecuada sin imponerse a los derechos fundamentales de las y los demás. Y siempre que sea necesario marchar, marchar, marchar, marchar por tener una sociedad sana, nunca por enfermarla. La dinámica social debe enfocarse en dirección favorable para todos sus integrantes.


PepeHuapango Arvizu
15 de septiembre de 2016.


jueves, 8 de septiembre de 2016

A propósito de la Muerte de Juan Gabriel

Juan Gabriel y su influencia social

A propósito de la muerte de Alberto Aguilera Valadez (Juan Gabriel), escribí la siguiente anécdota:

No les voy a hablar sobre lo que ya saben: que es un ídolo, que si vendió muchos discos, que si todos los medios de comunicación hablan de él, que si esto, que si lo otro, etc, etc.
Nada de eso. Lean hasta el final para entender mejor la idea.
Hace unos días platiqué con un amigo, a quien llamaré Manuel, cuyos orígenes están en algún punto serrano.
Nació, al igual que quien esto escribe, entre cerros y montañas y bajo un cielo azul, como en una inmensa hamaca, bañada por el sol (Con ese real escenario, hace muchas décadas Jesús Elizarrarás, casualmente guanajuatense, se inspiró para escribir una canción).
Su infancia también transcurrió en medio de los sembradíos y el ganado. Él, aunque feliz en su medio, también sufrió de múltiples carencias como tener un buen par de calzado.
En el rancho, los niños usaban huaraches de cuero con suela de llanta, los cuales con la humedad y todavía más si se empapaban, se convertían en un enemigo al caminar entre las fangosas veredas, consecuencia de las constantes lluvias de la época.
Allá donde aun hoy día, la inocente carita infantil es remarcada con una sonrisa al poder disfrutar de una coca cola y un paquete de galletas a mi interlocutor y un servidor, nos tocó satisfacer nuestra glotonería con una coca y un puñado de galletas de animalitos. Era el mayor placer que nos podíamos dar, porque no había para más. Claro que para esto, teníamos que ir a un poblado más grande donde hubiera tienda y el más cercano estaba a muchas horas (o hasta días) de camino.
La parte medular de este relato estribó en lo siguiente:
“Nosotros vivíamos muy lejos, -cuenta Manuel- por allá entre los cerros. Para llegar a Concá, un rancho más grande que ahora ya es un pueblo en toda la extensión de la palabra, en tiempo de lluvias era muy complicado, Pepe. Sobre todo porque había que cruzar los arroyos y también un río con crecientes terribles. –Con mímica muy expresiva, Manuel trataba de dar mayor énfasis a sus palabras-.
Había unas personas que les decían garrucheros. Ellos nos ayudaban a pasar aquellos arroyos que cuando aguacereaba se llenaban de lado a lado… A veces nos quedábamos hasta tres días de un lado mientras amainara la lluvia para poder cruzar al otro, porque mientras lloviera el hombre aquél no podía trabajar. Bueno, hasta quince días hacíamos para ir y venir a Concá, pero la necesidad era la que nos obligaba a hacerlo, ¡aunque estuvieran los aguaceros en toda su intensidad que entonces duraban dos o tres meses!
Pepe, ¡cómo me acuerdo de esa vez que mi padre me llevó con él! Yo estaba chiquillo. Tendría unos nueve o diez años. Necesitábamos maíz y como el año anterior no hubo buenas cosechas en el rancho, pues tuvimos que ir a buscar donde hubiera. La Conasupo de aquel entonces (Comisión Nacional de Subsistencias Populares) surtía de maíz y otro abarrotes a los ranchos y llegaban ahí, donde te digo.
En ocasiones aguardábamos cuatro o cinco días, esperando que llegara el camionsote con el grano para ponerlo en aquellos conos grandotes de piedra y concreto (silos), a fin que después nos lo racionaran ¡pero gacho! Con decirte que solo vendían como quince o veinte kilos por persona, era lo más que nos vendían, porque no había suficiente…
Bueno, lo que hace acordarme es que esa vez llegamos a Concá después de tres o cuatro días de camino bajo la lluvia, entre el camino en muchas partes tan pantanoso que se me hicieron mis huarachitos guangos, guangos… Con la cansada del viaje, el aguacero que no calmaba y la maltratada que me daban los huaraches, ya lo que tenía ganas era de llegar y descansar.
¿Pues, cómo ves? que cuando entramos al rancho aquel, oigo en una de esas bocinas de esas… perifónicas  la canción de Juan Gabriel que dice “Lloviendo está y a través de la lluvia” en la parte que dice “lloviendo está y por eso es que no ves mis lágrimas”, ante eso se me llenaron precisamente los ojos de lágrimas, porque ya no aguantaba más. Pues oye, ¿cómo sabía aquél cuate que estaba lloviendo? ¿Cómo sabía que yo casi quería llorar?... ¡Mis lágrimas se confundían con la lluvia, Pepe!
Ese es el recuerdo que me llega con esa canción de ese cuate. Allí lo oí por primera vez…”

Cuando terminaba su relato, vi brillar los ojos de Manuel. Sus lágrimas evidentemente no eran de tristeza por la muerte del cantautor, sino el amargo dolor guardado ante lo injusta que es la vida. Porque a unos les dota en demasía de lo necesario en tanto que a muchos los priva de lo indispensable para subsistir.